EL MISTERIO DEL VÍNCULO SOSTENEDOR
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EL MISTERIO DEL VÍNCULO SOSTENEDOR

Por Matt Licata

Hay un antiguo anhelo insertado en nosotros como niños, de ser vistos, sentidos y tener validado por el otro nuestro mundo somato-emocional emergente. Cuando nuestra experiencia subjetiva es empáticamente sostenida, contenida y permitida, arribamos a un sitio natural de reposo, de tranquilidad. ¿Qué otra cosa es el amor realmente, más que permitir completamente a los otros ser quienes ellos son, para sus experiencias ser lo que ellas son, y ofrecer el regalo de nuestra presencia para sus subjetividades únicas? En este sentido, “Yo te amo” equivale a “Yo te permito”. El más reciente, Donald Winnicott, un brillante psicoanalista inglés, usó el término “entorno sostenedor” para describir el mandala ideal en el cual el crecimiento y el desarrollo podía ocurrir, arropado con las cualidades del contacto y el espacio.

El contacto presencial, somáticamente vinculado con otros tal como ellos son, nos hace sensibilizar y proporciona un santuario abierto y cálido en el cual nuestra experiencia pueda desplegarse e iluminarse, nos convierte en vehículos portadores del amor en acción. Simultáneamente, al obsequiarles la ofrenda de un espacio, no interferimos en el despliegue de su proceso interno, majestuoso y de corazón. Nosotros no patologizamos sus experiencias o demandamos que sean diferentes, que cambien, se muevan, se transformen o se sanen, para que los amemos.

Si la tristeza, o el miedo, la desesperación, la vergüenza, la depresión, o una profunda amargura están presentes, nosotros les infundiremos su mandala interno con nuestra presencia y validación. Estaremos allí para ellos, pero sólo si ellos nos necesitan. Nosotros no los invadiremos con las proyecciones de nuestra propia vida no vivida, ni los sobrecargaremos con nuestros propios requerimientos y agendas, surgentes de nuestros propios cuerpos y psiques. Por el contrario, sembraremos el contenido de su intersubjetividad con un espacio de ternura. Sin abundar mucho en la materia, igualmente nosotros podemos proveernos de este contacto y espacio a nosotros mismos. Y llegar a descubrir que nuestra naturaleza y conciencia propia, es en la realidad, nuestro entorno sostenedor final.

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Vosotros estáis siempre descansando en la presencia majestuosa y siempre sostenidos “por los amados”, que son vuestros milagrosos sistemas nerviosos, corazón y genialidad somática. Puede que nosotros no siempre entendamos nuestra experiencia y puede que nunca coincidan con nuestras ideas, deseos, sueños y fantasías acerca de la vida que “se supone deberíamos vivir”, pero podremos llegar a confiar en que nuestra experiencia se está desplegando en armonía con una matriz única que está surgiendo de la invisible mano del amor. Estamos invitados a practicar una experiencia de intimidad radical con nuestras experiencias, permaneciendo cerca de nuestros cuerpos maduros y nuestros tiernos corazones, pero no tanto que nos fundamos o identifiquemos por completo con ellos.

Descansemos en el mismo centro y permanezcamos asombrados ante lo que en cada momento va naciendo de lo desconocido. Por mucho que yo hable, hay una corriente subterránea de agresión a nosotros mismos, un movimiento sutil de autoaversión, una vergüenza y una situación penosa no analizada y una creencia (si no conciente) muy viva de que somos defectuosos y que hemos fracasado. Cada vez que nosotros llevamos al límite nuestra experiencia presente incorporada al pensamiento, interpretación, culpa, resentimiento y queja, nos retiramos de la preciosidad y majestuosidad de lo que somos. En este movimiento de rechazo, mantenemos viva la creencia arcaica de que nuestra experiencia inmediata no es válida, que no es practicable, que no está formando parte de las reales etapas del camino de la sanación, tal como éste es. Desde una perspectiva, esto puede ser visto como el acto último de auto abandono.

Tomémonos una pausa en este nuevo día y desde un sitio de amor visualicemos un entorno sostenedor para nosotros mismos, donde nos otorgamos un permiso incondicional para hacer un contacto íntimo y directo con todas nuestras vulnerabilidades, con nuestros cuerpos tiernos y con nuestros corazones desnudos, con nuestros desafíos del pasado no procesados, y con nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos menos conscientes. Hagámonos el propósito radical de nunca más abandonarnos, hundiéndonos en nuestras historias condicionadas y juicios crueles y cuestionemos con amor, la creencia habitual de que hay algo fundamentalmente erróneo en nosotros.

Según abrimos nuestros ojos y nuestros corazones al siempre ya presente entorno de sostén que es nuestra verdadera naturaleza, nosotros sostendremos la gota de gracia que fluye a través de los ojos de cada uno que encontramos, incluyendo aquél precioso desconocido que vemos cuando miramos por la mirilla. Y entonces todo lo que puede quedar posiblemente, es una inquebrantable fe en la perfección del amor.

Traducido por: Estela Freytes Alonso

Terapeuta Craneosacral

Biodinámica Neurosicoeducadora

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